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Muchos sitios arqueológicos de Calera de Tango desaparecieron con la intervención de la agricultura. Sólo a partir de 1976 se realizaron los primeros trabajos, cuando se investigaron los restos hallados en el cerro Chena.


En la actualidad, no hay trabajos de esta índole en la comuna. El acelerado proceso de urbanización está modificando el sector, y la existencia en el cerro Chena del único monumento de arquitectura incaica en la Región Metropolitana


En el período prehispánico, la fuente de agua del río Maipo debió influir en la temprana ocupación agrícola de Calera de Tango. Han desaparecido gran número de sitios arqueológicos, quedan algunos indicios en al menos dos cementerios, San Agustín de Tango y Nos, cuyas ofrendas cerámicas muestran que hubo vínculos entre la población Aconcagua y el conquistador Inca.


El grupo Aconcagua se había establecido entre los ríos Petorca y Cachapoal hacia el año 900 D.C, dedicándose fundamentalmente a la agricultura del maíz, y también a la caza, la recolección y la explotación de recursos marinos. Domesticaron guanacos, de los que obtuvieron lana para vestimenta, y construyeron viviendas de barro y quincha. Dos elementos los caracterizan: su cerámica, pintada con diseños geométricos en rojo, blanco y negro, Sitios arqueológicos en Calera de Tango y la costumbre funeraria de sepultar en túmulos colectivos, lejos de las viviendas. Cuando a mediados del siglo XV llegaron los incas, los vínculos se manifestaron en técnicas constructivas y uso de materiales (cerámica y artefactos de cobre) de los que hoy dan cuenta, además de los dos cementerios mencionados, los hallazgos del cerro Chena.


A partir de 1976 el arqueólogo Rubén Stehberg comenzó a realizar las únicas excavaciones sistemáticas en el sitio, donde restauró parte de los recintos amurallados y abrió el lugar al público. Sin embargo, los trabajos se extendieron sólo a un sector, y las limitaciones económicas permitieron analizar apenas algunos de los objetos encontrados. A su vez, la falta de continuidad de las investigaciones desde 1978 a la fecha ha impedido precisar el papel que cumplió esta arquitectura. Se han planteado, de todas formas, diversas teorías al respecto. Unas señalan funciones militares como pucará o fortaleza para la defensa del valle. Otras se inclinan por funciones religiosas como huaca o centro ceremonial. Hay quienes proponen una combinación de ambas teorías, y otros sugieren su utilización astronómica. Sólo futuros estudios podrán dilucidar las preguntas surgidas en torno al uso funcional del sitio arqueológico y serán capaces de promover su restauración y puesta en valor.


Al ser éste el único testimonio de la Región Metropolitana con arquitectura monumental prehispánica, su adecuada conservación es un imperativo, sobre todo considerando que es un registro imprescindible de información patrimonial, tanto para la comunidad científica como para el hombre común que busca entender y valorizar sus orígenes.

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