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Posiblemente desde el siglo XVI ya se explotaban de forma rudimentaria las minas de cal existentes en los cerros de Lonquén, que dan el nombre a Calera de Tango.


Su industrialización y apogeo se alcanzó a partir del siglo XVII, gracias a la labor de los padres de la Compañía de Jesús que extrajeron cal para construir edificios a lo largo del territorio. Dicha explotación fue tan auspiciosa que les permitió pagar la deuda que contrajeron para comprar la hacienda de La Calera, logrando, además, un considerable ahorro en todas las edificaciones que emprendieron.


Los jesuitas emplearon mano de obra indígena y esclavos, y habilitaron un complejo sistema de toma de agua desde el río Maipo que abasteció las necesidades de la explotación.


La producción se obtenía de la pie dra caliza contenida en los piques de los cerros, y era quemada en hornos a altas temperaturas, entre 850°C y 900°C. Para ello utilizaban como combustible madera nativa de la zona: espinos, quillayes, boldos y litres. Con esto se obtenía una cal viva que debía apagarse con grandes cantidades de agua.La cal se usaba como mortero para la adherencia de piedras y ladrillos, para enlucir los muros y elaborar ornamentos en las fachadas.


Aunque también hubo minas en la hacienda Polpaico, al norte de Santiago, y en las llamadas Caleras del Rey, fue el mineral de Tango el más afamado por su calidad, por lo que se le solicitó expresamente para construir las fortificaciones que se levantaron en Valparaíso, Concepción y Valdivia desde inicios del siglo XVIII.


“La cal ha costado y cuesta un trabajo infinito –escribía al respecto el Gobernador Guill y Gonzaga en 1765- y el único medio que me lo ha proporcionado ha sido el celo de los reverendos padres de la Compañía de Jesús, quienes con el mayor esmero, valiéndose de los inteligentes religiosos alemanes que tienen, así sacerdotes como coadjutores, han trabajado más de seis meses a esta parte, incesantemente, hasta descubrir piedras, establecer hornos y preparar tendales y casa en los mismos cerros, e irla remitiendo a Valdivia…”.


La obra más notable que se construyó con la cal de Tango fue la iglesia grande de San Miguel en Santiago, en la esquina de las calles Compañía y Bandera. Considerada por sus contemporáneos como la más lograda obra de arquitectura de la capital, fue destruida por un incendio en el que perecieron numerosas víctimas, en diciembre de 1863.
La explotación de las minas de cal en Tango fue constante durante los siglos XVII y XVIII, pero decayó paulatinamente después de la expulsión de la orden, hasta que cesó de manera definitiva a mediados del siglo XIX.

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